Extracto del libro: Yaír Hazán y Michael Titze:
 Fundamentos de Psicología Profunda Teleológica,
 Editorial PSICOLIBROS Universitario. 2011, p.223-233.
El miedo a ser objeto de burla (gelotofobia) y su tratamiento
Una demasiado fuerte relación familiar como causa de gelotofobia.
Personas afectadas de gelotofobia son aquellas que en su infancia les fue demandada una fuerte lealtad por parte de las personas de referencia.
Ellos tuvieron que tomar roles rígidos, definidos por el imperativo vergonzoso de ocuparse de las necesidades narcisistas de determinados parientes de una manera desinteresada. Éstos, a menudo eran los padres.

Así los gelotofóbicos nunca pudieron ser niños realmente espontáneos, en el sentido de tener comportamientos "sin vergüenza". Tenían que comportarse tempranamente como si fueran pequeños mayores, que veían como su más importante tarea, el bienestar de otras personas.
De ello resultaban por lo general estrechas y poco naturales relaciones en la familia, que a su vez generaba irresolubles conflictos de nuevo con el exterior, normalmente con los de su misma edad.

Los padres imponían a estos niños una ideología normativa encubierta e inflexible, que establecía exactamente qué cosas eran justas y cuales erróneas.
La única norma en ésta relación eran las egocéntricas interpretaciones de la realidad de los padres. Sin embargo ellos mismos negaban su egocentrismo y se presentaban al niño como personas buenas y desinteresadas. Si este niño sin embargo se hubiese negado a seguir esta mistificación, habría sido a menudo humillado con vergonzosas privaciones de amor y cariño, reproches indirectos y asignaciones de culpas. Carlo Collodi describía de una manera ejemplar en la creación del hada madrina de Pinocho a tal persona de referencia. Con esto él expresaba de manera no estática, qué profundas vergüenzas tiene que soportar un niño que no se ajusta a las concepciones ideales normativas de padres egocéntricos.

Así, en su infancia al gelotofóbico le fue robada su espontaneidad natural y frenada su vivacidad. Esto lo convierte – siguiendo el ejemplo de Pinocho – en un muñeco de juguete, que ante extraños actúa rígido, con maneras y de forma "cómica". Bastante a menudo éstos reaccionan con una risa que puede parecer traumatizante a largo plazo, y que conlleva a la formación de la gelotofobia. Consecuencia de esto es un frecuente comportamiento evasivo, que a menudo le dificulta cada vez más el (ya de todos modos reducido) trato con los prójimos. Una consecuencia tardía de eso es la adquisición reducida de competencias sociales (common sense, "sentido común"), de manera que los afectados se ven en la vida social como extraños/forasteros entre extraños. Todo esto lleva a que el círculo vicioso de vergüenzas traumatizantes sea activado una y otra vez.

Justo en la pubertad puede producirse un desencadenamiento manifiesto de miedo a la vergüenza y depresiones debido a la vergüenza, que posee una tendencia a convertirse en crónico, de manera que en muchos casos durante años más tarde pueden resultar perjuicios masivos existenciales.

La llave de la comprensión y del tratamiento manifiesto de la gelotofobia es de hecho la risa. Dado que por un lado los gelotofóbicos nunca han aprendido a utilizar la risa en su significado positivo, el apreciarla afectiva y positivamente, o sea como una condición de actitud de vida que esté marcada por la alegría, jovialidad y la serenidad/soltura. Por otra parte la risa de los prójimos, hasta cuando de ningún modo estaba agresivamente dirigida, era vivida como una profunda amenaza a la propia autoestima. Esto lleva a que la risa no posea ningún significado positivo en la vida de los gelotofóbicos. Una terapia eficaz debería ayudar por eso en este caso, a superar el miedo a ser objeto de burla y abrir las posibilidades de reír (nuevamente) de una manera natural.


Condiciones del humordrama

El humordrama fue desarrollado como un método específico de tratamiento de la gelotofobia. Ya 30 años antes los terapeutas de familia Sellschopp-Rüppell y Rad, habían propuesto un procedimiento terapéutico que recurre a medios escénicos. Esto es más posible en el marco de una terapia grupal (que no sólo apele o se base en métodos verbales). En el humordrama se trabaja consecuentemente con los medios del humor terapéutico. Es decir, todas las intervenciones terapéuticas sirven a la relativización de una conciencia fija. Esta conciencia se produjo en una fase temprana de la socialización cuando el hombre respectivo tenía que identificarse con los ideales normativos de sus personas de referencia, para que él pudiera desarrollar el fundamento de su identidad social. Estos ideales normativos expresan, por ej., peticiones altruistas inadecuadas que son sólo en apariencia expresiones de compasión. (por ej.: "No puedo desilusionar a nadie"; "tengo que hacer todo bien, y desde todo punto de vista"; "¡tengo que ceder siempre!")

En el trabajo terapéutico con pacientes gelotofóbicos se trata sobre todo de disolver lo cohibido con que él ha crecido en su vida biográfica. ¡Ese refrenarse se exterioriza especialmente en una inclinación a reflejar comportamientos normativos inadecuados y escrupulosos – "es decir pensar demasiado"! Por ello exactamente aquella espontaneidad que caracteriza una acción llena de humor, no puede desenvolverse de forma natural. Ella es refrenada por un pensamiento auto-controlador que puede llevar a menudo también a una tensión corporal, que por su parte se convierte luego en un objeto de introspección vergonzosa ("complejo de Pinocho"). Una causa esencial podría ser el alineamiento unilateral a normas ideales que fueron procuradas en el marco de la socialización. ¡Personas cohibidas fueron educadas especialmente "bien"! Ellos asignan, por ello, un significado especial a la "seriedad de la vida (adulta)". Con esto, ellos finalmente han olvidado de comportarse (al menos de vez en cuando) como un niño maleducado: afectivamente espontáneo y normativamente de un modo inadecuado. ¡Pero precisamente es ésta la condición para efectos llenos de humor!


Ironización de vergonzosos imperativos del "debe ser"

Los concepciones absolutas del "deber ser" de los gelotofóbicos pueden exagerarse en el humordrama, o sea ser ironizados, hasta que su afirmación correspondiente se muestre como absurda o ridícula. (Por ejemplo el terapeuta le explica: "¡Esfuércese en este juego de rol no sólo mediante palabras, sino con toda su postura corporal, para demostrarle a todos que usted es alguien que realmente ha logrado mostrarles a todos y cada uno!"). Por lo tanto todos aquellos rasgos del protagonista, que han contribuido esencialmente a su aspecto "cómico" con el mayor de los entusiasmos son aprobados en el juego de rol. Esto parte no solo del terapeuta, sino que será compensado por todo el grupo por medio de un entusiasmado aplauso. Esta es la meta del procedimiento, comportamientos bloqueados durante su biografía que no están auto-determinados de forma genuina, exagerarlos consecuentemente de esta forma hasta que desemboquen ellos mismos en el ad absurdum. En total, se trata que los participantes se parodien "descaradamente" ellos mismos en el humordrama, exagerando sus faltas, y tomando de esa forma distancia de su mundo de miedos.


El payaso terapéutico como figura de identificación

En el humordrama un "payaso terapéutico" actúa de co-terapeuta. Desde siempre el payaso ha sido una figura simbólica de una actitud de vida que se orienta en los impulsos originales afectivos del ser de un niño. En el sentido del psicoanálisis el payaso disfruta de la vida ante todo sin vacilar según el "principio de hacer lo que tenga ganas". Con esto, él está en una continua y obstinada oposición con respecto a las peticiones normativas de la vida adulta y respectivamente del »principio de realidad«. Todo lo que el payaso simboliza pertenece también al mundo de vivencias del niño pequeño: y son ésta tosquedad motoras y torpezas, una imprudencia (que puede aparecer bobalicona desde la perspectiva del adulto) que manifiestan un disfrutar de la vida lleno de ganas, impulsos sádicos y obscenos, como así también una imperfección verbal que se da a conocer en el balbucear cómico y el chapurrear.


El payaso minimalista

Hay distintas figuras de payaso. Algunos – como por ejemplo el payaso blanco (el arlequín, pierrot, gracioso) – que dispone de una competencia que es atípica para el niño pequeño. Pero el "payaso mínimalista", que está simbolizado en la figura de bufón, es justo para los niños una figura de identificación seductora. Este payaso actúa en el escalón de un niño que aún no puede hablar bien y que tampoco domina bien sus funciones corporales. Con esto, el payaso minimalista aparece cómico sin avergonzarse de sí mismo. Todo lo contrario, él logra una gran satisfacción con su imperfección. Esta es la frecuentemente citada »ganas de fallar«.

Al payaso minimalista le gusta jugar el papel de "contra" incorregible, obstinado. Él se comporta tontamente, no se deja instruir y es obstinado. Con una risa muy convencida dibujada en su cara, él se desliza sobre el cúmulo de ruinas, y sigue una y otra vez su camino.

Esta es la razón de por qué el payaso minimalista se ofrece realmente como objeto de identificación de ser un niño "desvergonzado". Respecto de los mandamientos vergonzosos de una esquema de educación perfeccionista "¡debes ser mejor de lo que eres!", el payaso minimalista se muestra como completamente sin interés. Él se encarga más bien de aceptarse como él es sin vacilar.


La nariz del payaso

La nariz roja, insólitamente deformada es quizás el medio de expresión más importante del payaso minimalista. Él lleva ésta nariz para señalar que para él las categorías de poder y desvanecimiento son sin validez. El humordrama recurre también a éste medio de expresión. La nariz de payaso es válida aquí como el medio para la exclusión del ideal normativo del ser adulto que es determinado por la pretensión perfeccionista de "tener que hacer todo exageradamente bien/perfectamente". Tan pronto como un paciente se ha puesto sin embargo la nariz de payaso roja, él acepta la identidad del payaso minimalista cuyo objetivo o disposición consiste sólo en hacer »todo menos bien«. Con ello, el papel de un pequeño niño cuyo poder se desarrolla en una esfera propia, es también siempre aceptado. Así el payaso minimalista es el vivo retrato de un niño ileso y respectivamente uno "no avergonzado". Él interpreta al referido protagonista respectivo, lo que significa pasar por encima/alejarse sin vacilar de los fijos deber-ser-ideales, y respectivamente fracasar respecto de las normativas de la vida adulta. (Así él puede por ejemplo susurrarle al oído al protagonista mensajes que son tan irrespetuosos y absurdos que ellos aparecerán normalmente como divertidos y dispararán respectivamente una reacción de humor).


Una participante del humordrama escribía sobre la nariz de payaso:

"La nariz de payaso es una máscara, y mi máscara es la nariz de payaso. De cualquier forma como cambie las palabras, es esencial, que ella oculta mi cara: ‘perder la cara’ – Le pierdo el miedo a ésta idea si me pongo la nariz de payaso. Desde éste momento pierdo la cara de la cual me avergüenzo. No es humillante, sino una liberación. Como la dignidad, ‘la cara’, que he perdido en mi infancia. Cargo y me traslado día a día con ésta vergüenza. Y mi cara habitual le muestra a cada uno – paradójicamente –, que yo he perdido mi cara en aquel entonces, cuando era un niño.

Pero la nariz de payaso sobre mi nariz me libera de ésta vergüenza. Ella me libera de la ‘cara perdida’. Ella, la nariz roja, redonda, artificial, me procura la sensación de poderme esconder. Ella me deja sentir que la vieja cara odiada se disuelve. Sin embargo no son mis ojos reales, o mis labios reales los que me molestan, de lo que yo me avergüenzo: Es mi identidad la que se manifiesta en ésta cara de la cual me avergüenzo. La nariz de payaso puesta, crea la ilusión en mí de ser otro, un hombre nuevo liberado. Fantástico cómo me puedo liberar (y respectivamente de mi imagen impuesta aclaración: caso de una chica abusada) cuando estos 10 cm cuadrados de goma roja cubren mi nariz! Puedo contemplar también desde otra manera todo lo de alrededor: respecto de mi persona, con la cual me identifico desde mi infancia, intento en realidad (¿y uno se pregunta en realidad por qué?) de disimular mi vergüenza lo mejor posible. Pero sólo la nariz de payaso me abre recién el acceso a un nuevo papel. Ella me libera de una imagen preconcebida, impuesta. El payaso me quita, libera de mi vieja y odiada persona. ¡Oh cuán fácil y alegre se vive como payaso! Y cuán hostil y triste se vive con la señal de Caín de vergüenza en la cara."


El trabajo del payaso terapéutico en el humordrama

En el humordrama se trata ante todo de describir las situaciones disparadoras del sentimiento de vergüenza, que relacionan los roles forzados en su relación con la familia de origen. En éstos juegos de rol, el protagonista y algunos miembros del grupo recrean situaciones de la infancia correspondientes. Son exactamente en éstas escenas en las cuales los pacientes han experimentado el estar oprimidos/abrumados, o eran en las cuales habían hecho el ridículo.

Esto corresponde en principio a la metodología general de una psicoterapia de revelamiento. Así se revelan de manifiesto diferentes estaciones del origen de la vergüenza. Ellos son miembros de una cadena, los cuales pueden ser seguidos desde la actualidad (en un aquí y ahora de la situación grupal) y a través de los años, hasta la estructura misma de relación de la familia de origen. Con esto se enfoca o focaliza sobre el miedo a »comportarse inadecuada o inapropiadamente", y respectivamente decir o hacer algo indebido, de llamar por ello desagradablemente la atención etc. De ello resultaba hasta ahora para los afectados una aspiración compensatoria, disimular las faltas propias, comportarse "mejor", es decir con más superioridad, más discretamente o exactamente mas "normal". Tan pronto como se pone la nariz de payaso, ocurre lo contrario: Ahora las diferentes situaciones del origen de vergüenza son puestas en escena por medio del payaso minimalista.

El payaso terapéutico estará al lado del protagonista respectivo para darle ayuda. Él se ocupará sobre todo para que el pensamiento (adulto) racional de auto-control no permanezca o sea dejado de lado.

Con esto, el payaso abstrae consecuentemente al paciente y lo lleva comportarse como un niño vivo. Él lo alienta a decir galimatías y a moverse como un títere. El tomará del brazo al paciente, siempre que esté enredado en pensamientos de auto-control y le permitirá correr con él a lo largo y a través de la habitación, brincar o bailar. ¡Todo esto parece entretenido y divertido al mismo tiempo!

Una y otra vez el payaso terapéutico enseña al protagonista como un payaso minimalista tiene que comportarse: Él retarda en extremo, por ej., los gestos, los movimientos de la cabeza y extremidades se suceden como si fueran en cámara lenta. Él hace pasos pequeños y torpes, (que pueden ser logrados al principio también atándole los pies con un cordón el uno con el otro).

Cuando el protagonista hable, el payaso terapéutico se ocupará de que la fluidez del discurso sea cambiado. Para conseguirlo, él tiene que darle de beber al protagonista quizá antes un pequeño trago de agua que deberá ser sostenido con la lengua en el área del maxilar superior. O él le indicará que meta la punta de la lengua entre los dientes. ¡Esto lleva a que la pronunciación suene literalmente descolorida! La otra posibilidad es hablar entre dientes de una manera exagerada, o cambiar el hilo del discurso conscientemente, de manera que las palabras sean balbuceadas, o la velocidad de conversación sea retardada o acelerada conscientemente, como si un disco de vinilo fuera puesto con una velocidad de rotación no conveniente. También aquí se establece una relación con los primeros intentos de conversación de un niño pequeño.


Un participante escribía en su diario de terapia:

"Es un ejercicio muy útil que hago con mucho gusto, y que me ayuda a liberar una cantidad considerable de energía creativa. La configuración variable y el uso consecuente del payaso terapéutico me impresionan profundamente una y otra vez. He aprendido a entrar mucho más espontáneamente en una multitud de situaciones problemáticas. Así, finalmente, puedo ir el lunes por la mañana, de nuevo con ligereza al trabajo sin formarme antes en mi mente un gigantesco muro casi insuperable de miedos respecto de demandas auto-impuestas de obtener resultados, y expectativas."


Reactivación de las ganas de vivir infantiles

La reanimación (totalmente concreta) de los comportamientos que caracterizan y pertenecen a "ser un niño maleducado", es un deseo central en el trabajo con humor terapéutico. Un ejemplo de ello es la "ridiculización" insolente de compañeros de juego de rol, que representan a personas de autoridad (padres, jefes, autoridades etc.) en el humordrama. Una participante del humordrama de 38 años describía éste método (por ella misma espontáneamente descubierto) con vistas a sus experiencias con el trabajo de payaso terapéutico:

El payaso la pasa bien. No importa lo que él diga, haga, nunca tiene que temer la risa de los otros. Dado que su meta declarada "es" dirigir la risa de los otros hacia sí. ¡Oh, a pesar de todo, me gustaría ser un payaso! Luego podría relajarme totalmente sin complejos, tan a menudo como lo desee. Por qué el payaso dispara la asociación &Mac226;mono’ en mí, hasta ahora no lo sé.
Quizás porque el mono provoca lo mismo que el payaso en el público: Risas. – ¡Eureka!

¡Pero, el payaso disfruta también en el patio de los reyes de una licencia al ridículo/una libertad para cometer tonterías sin temer por las consecuencias, que se basa en el hecho – como el niño insolente también! – que a pesar de todo no goza de la misma condición de los verdaderos adultos.

Así la decisión de convertirse en payaso monesco está ligada con el precio de no ser igual. Dado que tampoco fue nunca igual como adaptado, "sobre-exigido normal", ésta decisión es de todos modos consecuente.

El mono, que aparentemente ridiculiza a superiores (y provoca así risa), se forja a sí mismo como superior. Recientemente lo experimentaba cuando estaba confrontado con una persona de autoridad amenazante. En mi necesidad recurrí al medio de la imitación ridícula – y me convertía en aquel niño que nunca pude ser en realidad. La imitación ridícula nos exhibe en todas las ocasiones niños y jóvenes seguros de sí mismos; pude oír imitaciones ridículas verbales en boca de alumnos, cuando fui testigo de cómo profesores eran ridiculizados.

Ahora yo también cuando, como adulto, consiguiera hacer lo que niños seguros de sí mismos y payasos consiguen, o sea, ridiculizar y hacer reír a las personas de autoridad que me dan miedo, y bajarlos de su tarima, dejando que ellos aparezcan como menos amenazantes para mí: ¡quizás podría luego ponerme al mismo nivel – algún día – ! Pero por desgracia este comportamiento seguro de mí mismo no es conveniente en mi papel de adulto normal. Así tendría que decidirme a no ser mirado por mi entorno como un adulto anormal, sino como 'loco' e 'infantil'. Pero ¿tengo otra elección? ¿Puedo resguardar de otra manera mi integridad, como en la imitación devolviendo el búmeran del avergonzado al avergonzador?"

En este informe de experiencia se muestra cuán difícil es adquirir una postura llena de humor. ¡Pacientes con una problemática de vergüenza específica temen desde siempre la confrontación con personas de autoridad, que -lo mismo que alguna vez los educadores propios hicieron! - podrían ofenderse/escandalizarse de un comportamiento normativo inadecuado. Así los comportamientos reprimidos acarreados a menudo se mantendrán, a pesar de que el cliente respectivo es consciente (por ej., a causa de un conocimiento adquirido descubierto en el marco de una psicoterapia) que es ésta la causa del estancamiento o del cohibirse vergonzosamente. Quién consiga sin embargo comportarse libremente en situaciones problemáticas determinadas consecuentemente como un niño maleducado lo haría, él podrá experimentar como jugando de una manera desenvuelta, que esto a menudo lleva o provocará una reacción de humor. Con esto podrán ser liberadas energías creativas que permiten aquella capacidad de sobrellevar el conflicto lleno de humor, que promueve total y espontáneamente la propia autoestima. En el marco de un humordrama, éste ejercicio de efecto puede llevarse a cabo particularmente de modo dirigido.


Liberación de impulsos de auto-afirmación

Nuestra experiencia anterior ha señalado que éste procedimiento lleva rápidamente hacia las raíces de aquella afección expansiva, que eran rechazadas por miedo a la vergüenza y eran respectivamente cubiertas. La especial configuración o setting del humordrama promueve esta liberación combativa de impulsos de auto-afirmación. Si (por nombrar un ejemplo) el protagonista es confrontado en el marco de un juego de rol con personas de referencia avergonzadoras, éste sera incitado tan consecuentemente por el payaso terapéutico a una postura contra-provocadora, que los entorpecimientos/cohibiciones desarrolladas biográficamente (que no se basan en una autocrítica demasiado racional) no podrán en asoluto llegar a provocar efectos. Esta reflexión autocrítica contra-actúa, en que el payaso terapéutico, por ej., hace "payasadas" desvergonzadas o dice determinadas "palabrotas" estereotipadas.

A través de esto el pensamiento racional adulto en cierto modo se bloqueara, de manera que no pueda formarse más un círculo vicioso específico de vergüenza. Esto debe ser ilustrado mediante un ejemplo:

Antonio S. (generación del 1978) sufre de una problemática de fracaso múltiple. En situaciones de conversación formales él comienza a sudar, siente como su corazón comienza a acelerarse y él sufre de falta de aire.

El solo pensamiento de tener que hablar evoca ahora pánico. Sensaciones de desvanecimiento parecidas se presentan si Herbert debe firmar un formulario ante los ojos de un crítico empleado de banco o portero de hotel, o también si él quiere llevarse la cuchara de sopa o taza de café a la boca en un banquete (¡la mano le podría temblar!).

Antonio se había criado como un niño extra-matrimonial junto a sus abuelos. Él fue cuidado y atendido por ellos "por necesidad", como él lo expresaba, dado que ellos habían considerado su nacimiento evidentemente como una vergüenza. La sensación esa de "falta de derecho a la existencia", le era demostrada principalmente de forma no-verbal. Con cada pequeña falta cometida, él recibía una aniquiladora mirada de la abuela. Esta mirada había sido para él "estremecedora". Antonio se acordaba de otras personas ante cuyo rostro él se sentía análogamente sin valor y no amado, como era el caso con su abuela: una antigua maestra y su actual jefe. Después que tres participantes del grupo tomaron éstos papeles, era puesta en escena una situación que había sido particularmente conflictiva en la infancia de Antonio durante mucho tiempo: En el almuerzo junto con los abuelos él era regularmente recriminado por mascar ruidosamente. Por más que él se había esforzado mucho en evitarlo, nunca había conseguido evidentemente comer silenciosamente.

Él era confrontado humor-dramáticamente por los demás adversarios de rol con esta "falta". Éstos tenían la tarea de gritar estereotipos uno tras otro:
"¡Come finalmente sin hacer ruido! ¡No notas que eres asqueroso!"
Al principio Antonio parecía como congelado/pasmado. Él escuchaba estos reproches con los ojos abiertos. Pero poco a poco él comenzaba escuchar las sugerencias desvergonzadas del payaso terapéutico. Sus facciones/expresiones faciales se despejaban. Él comenzaba perceptiblemente a comer de forma ruidosa. Poco a poco él trataba con ello de darse rienda con ruidos sarcásticos, como si él tuviera que vomitar. Esto llevó a que algunos de los miembros del grupo que no participaban, comenzaran a reír. Ahora Antonio comenzaba a eructar y luego a imitar ruidos de intestino, para luego girar sobre su propio eje (juntos con el payaso) con su parte superior del cuerpo flexionado, de manera que su trasero señalaba en dirección al "adversario". El humor se hizo cada vez más relajado. Finalmente, el payaso terapéutico se alejaba. Pero antes, el payaso Antonio dió un fuerte consejo: estereotípico y claramente oíble exclamó ¡ »Lamedme el ...«! Cuando Herbert llevaba a cabo esto, todos los presentes percibieron como su fuerza vital crecía. Su porte se enderezaba, la voz se hizo cada vez más ruidosa y dura, y la poca relajada expresión del rostro anterior se amenizaba cada vez más. Finalmente, Antonio se dirigía sonriente a sus adversarios para apretujarlos firmemente uno tras otro.

Aproximadamente diez meses después Antonio escribía en su diario de terapia:

»El hablar estaba ligado para mí a grandes miedos y vergüenza. Me sentía derrotado con respecto a colegas y conocidos de una manera para mí insoportable. Tan pronto como me escuchaba cecear o tartamudear, me sobrecogía una profunda desesperación, que aumentaba aún más mi cohibición. En los tantos ejercicios de payaso que he llevado a cabo hasta ahora, pude constatar cada vez la misma experiencia liberadora:
Podía experimentar que puedo producir esto con ganas y bromas intencionadamente, lo que a mí hasta ahora se me aparecía como una fuerza coactiva externa. La risa que provoco con esto, no va más dirigida en mi contra. Es más bien un reconocimiento de mi éxito como cómico«.

Este ejemplo muestra que la liberación de una intencionada y bien vivida agresividad, es una condición esencial para efectuar la reacción de humor. El siguiente informe propio de una paciente de 42 años demuestra como este efecto produce consecuencias hasta en la misma vida laboral diaria:

"Ya en una de las primeras sesiones de grupo presentaba mi gran problema: ¡La apertura de una reunión de padres! Así, tengo desde hacen aproximadamente dos años las siguientes dificultades: problemas para hablar, palpitaciones, sequedad de boca, falta de aire y sobre todo miedo a enloquecer. En un juego de rol yo debía abrir una reunión de padres. Los restantes llevaban adelante el rol de padres que se quejaban, criticaban. En mi propio papel como maestra tenía que fortalecer todos mis síntomas de la manera lo más cómica posible. Mientras yo trataba de dejar aclarar estos indicios sobre mi miedo a la vergüenza, y que los 'padres' que se sentaban delante de mí desempeñaban de manera destacada igualmente su papel, una furia increíble se generaba y elevaba dentro mío. Ella se acentuó todavía más a través del payaso terapéutico. Éste hacia las muecas más raras, atravesándome con su arte por todos los medios. Ya no estaba más para nada en condiciones de escuchar sus palabras que se abatían cortamente sobre mis oídos. Solamente podía sentir mi espíritu de lucha. Semanas más tarde me encontraba de hecho en ésta situación. Había reunión de padres. Estaba delante de ellos - y tenía de nuevo el juego de rol ante mis ojos. Sentía de nuevo mi espíritu de lucha, me veía en el papel del payaso insolente y me oía a mi misma decir: ‘¡Queridos padres, estoy aquí delante de ustedes completamente desesperada de miedo a pasar vergüenza!’ ¡Y lo decía con una voz clara, dura, enérgica! Cómo los veía reír luego incrédulos, supe que había ganado. Dado que ellos se reían no de mi misma, sino de un chiste que había salido realmente bien, esa tarde pude llevar adelante la reunión, soberanamente libre y segura de mi misma."


Inmunización frente al miedo a la vergüenza

Bajo tales y parecidas condiciones las malas experiencias de vergüenza del pasado y actualidad, son puestas sistemáticamente en escena. Ahora la risa, que el actor respectivo (con la asistencia del payaso terapéutico) cosecha, es percibida de otra manera. Esto no es experimentado más como objeto de burla, sino como la afirmación del propio accionar. Dado que ahora el actor ha hecho algo que en muchísimos casos es hasta digno de ser puesto en "escena", se acerca mucho así a una "verdadera" presentación de payasos. Con esto exactamente aquel cambio de ajuste está ejecutado mediante juegos, es lo que Viktor Frankl ve como condición para una inmunización frente al miedo a la vergüenza.

La inmunización frente al miedo a ser objeto de burla toma un amplio lugar en el humordrama. Así, pueden ser ejercitadas en el marco de los juegos de rol las defensas a la "risa ignorante". Como condición de ésto, el actor respectivo renuncia a algunas de sus debilidades, sobre las cuales él se ha avergonzado particularmente hasta ahora. Luego, él es consecuentemente confrontado a éstas debilidades por los participantes del grupo; ante todo bajo las condiciones de la reducción a payaso, mediante la nariz roja, porte cómico, pronunciación poco clara etc. El protagonista puede hacer (de nuevo con la asistencia del payaso terapéutico) sólo una cosa, reír, y en lo posible tontamente. ¡También ésto debe ser ejercitado! Dado que ésta risa es igualmente un resultado mínimo. Esta no debe ser una risa estrepitosa, ni alegre o relajada. ¡En una palabra, debe ser lo más penosa posible!

Después de este primer paso los "atacantes" se quitan la nariz de payaso y confrontan al protagonista como "adultos normales", con los mismos reproches. Pero ahora éste también puede defenderse con la risa bobalicona.

Las ideas directrices del humordrama deben ser vistos en la reducción y en el contrasentido. Ambos tienden a la exclusión de aquel punto de vista de realidad normativo, que es obligatorio para los adultos normales. El paciente puede llevar a cabo un cruce de frontera. Él puede jugando informalmente moverse en la esfera de su propio niño, que es, en el sentido más verdadero de la palabra, desenvuelto y "desvergonzado". De ello resulta un efecto liberador: los participantes de grupos particulares pueden desprenderse poco a poco de su actitud/postura respecto de si mismo, que de alguna manera es una consecuencia de la introspección y autocontrol.

Ellos contribuyen a crear, según el ejemplo de niños pequeños, afectivamente, es decir completamente con más alegría de vivir imparciales y juego absurdo y alegre, una comunidad, de la cual ellos no necesitan más temer.


Bibliografía

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En: Kierkegaard's Writings, Vol. 2. Princeton University Press, Princeton 1992.

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Titze, Michael: Die heilende Kraft des Lachens. Frühe Beschämungen mit therapeutischem Humor heilen. [El poder curativo de la risa. Como la vergüenza primaria se cura por el humor terapéutico]. Kösel Verlag, München 2007.

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Titze, Michael y Eschenröder, Christoph: Therapeutischer Humor [Humor terapéutico] Fischer, Francfort 2007.