EL PAIS – DOMINGO, Montevideo, Año VI, N° 359, 27.11.2011
Risa para vencer el ridículo
En Montevideo funcionan ocho grupos de terapia que trabajan con el humor. Las sesiones van de 20 a 30 minutos y aportan beneficios para la mente y cuerpo.
Primero, un tiempo de hiperventilación. Parece que los participantes quisieran tragarse el aire. Luego, diez minutos de risa sin motivo alguno. De la timidez a la carcajada. Tirados en el piso. Bien ridículo, puede pensarse. Mejor así. Al final, cada uno de ellos, hombres o mujeres, veinteañeros o cincuentones, expone su miedo. Miedo a dar un examen, a confrontar con su superior, a socializar, a pasar papelones. Una nariz de payaso puede ayudar. Sus compañeros lo ayudan representando el objeto de sus temores: un profesor, un jefe, un rival, un desconocido. El terror se transforma en burla, la burla en parodia y la parodia en desahogo. Fin.
«La consigna inicial es reírse sin motivos», dice el psicoterapeuta Andrés Buschiazzo (26). No hay chistes ni humoradas, solo técnicas rompehielos (batir palmas canturreando «jou-jou-jajaja" es una). Y lo que inicialmente parece difícil y forzado, termina siendo natural y sencillo. «Las personas vienen a reírse y de esta manera comienzan a andar más aliviados en la vida; se animan a ser imperfectos».
Buschiazzo es el coordinador de los ocho «grupos terapéuticos de risa» de Uruguay. En total suman unos 70 asistentes y todos están en Montevideo. Para este psicólogo, son «el complemento perfecto para la psicoterapia». De hecho, es común que sus colegas le deriven pacientes.
Los beneficios psicológicos son los más obvios, pero también están los fisiológicos: reírse mejora la circulación, la respiración, el sistema inmunológico, la liberación de endorfinas (hormonas que generan sensación de placer y felicidad), una mayor producción de serotonina (un antidepresivo natural) y una disminución del cortisol (causante del estrés). ¿Efecto placebo? No es una solución mágica, pero la risa ayuda «a desdramatizar los absolutos y a tomar distancia de los problemas».


De Adler y Titze

Recibido en marzo de 2010, Buschiazzo está haciendo un posgrado en psicoterapia en el Centro de Estudios Adlerianos. Esto es crucial. Para los fieles a esta técnica, el austríaco Alfred Adler es su dios y el alemán Michael Titze su profeta. Al primero de ellos -quien hace un siglo se separaba de Sigmund Freud para formar su propia corriente- se le atribuye el haber descontracturado el enfoque psicoanalítico y el usar por primera vez bromas terapéuticas. El segundo es el psicólogo y sociólogo que hace diez años fundó la asociación HumorCare, acuñó el término «gelotofobia» (miedo a la risa o al ridículo) y fomentó la creación de los grupos de risa.
El Centro de Estudios Adlerianos (que junto a la Embajada de Alemania celebró ayer los diez años de HumorCare con un grupo de risa «abierto», en la propia sede diplomática), tiene desde hace más de un año el visto bueno de la fundación de Titze para coordinar esta terapéutica en Uruguay.
El propio Titze trajo esta técnica al país cuando brindó el seminario «Vergüenza y gelotofobia» en 2008, en la Facultad de Psicología de la Universidad de la República. En ese año, unas 300 mil personas participaban de los «grupos de risa».
Las sesiones, que pueden llegar a veinte y extenderse por cinco o seis meses, duran entre 20 y 30 minutos. Esta terapia se realiza una vez por semana.


Fobias

«Por lo general, la gente que viene, ya sea derivada o por su cuenta, sufre gran depresión, crisis de pánico, fobias ... pero sobre todo tiene un intenso miedo a hacer el ridículo», explica Buschiazzo. El psicólogo pone el ejemplo de Zelig, el personaje de la película homónima de Woody Allen, cuya inseguridad lo lleva a camuflarse en el entorno social en el que se encuentre, para pasar desapercibido. «La gente que sufre gelotofobia tiene un gran control sobre su cuerpo para no hacer el ridículo; pero lo terminan haciendo por estar tan tensos».
Por la hiperventilación inicial y el esfuerzo que genera reírse hasta quedar mareado, las personas recién operadas o que tienen alguna hernia no deberían participar.
El coordinador de grupos de risa uruguayos afirma que esta técnica solo está «parcialmente» en la misma sintonía que la impulsada por el médico estadounidense Hunter «Patch» Adams. «Lo que él hizo fue introducir a los payasos clínicos en los hospitales para hacer reír a los pacientes. Pero ellos siguen siendo pacientes; está en su propia etimología: pasivos. Titze incluyó a los payasos terapéuticos, que tienen más que ver con el grupo. Cada uno de nosotros se ríe de nosotros mismos. Los adlerianos tenemos una consigna: hay que tener el coraje de ser imperfectos».